jueves, 25 de septiembre de 2014

La bipolaridad del Turco Mohamed
















de Mauricio Moreno Hess
Ricardo Antonio “el Turco” Mohamed, exquisito y excéntrico futbolista que llegó a nuestro país en los noventas para hacer de un recién ascendido Toros Neza, uno de los equipos más alegres y espectaculares que se recuerden: de máscaras y de pelos pintados, de volteretas increíbles, equipo tan capaz de meterle nueve goles en cuartos al superlíder, como de recibir cinco en la final; equipo del Pony, de Arangio, de Nidelson, del Piojo, de Memo Vázquez, de Lussenhoff, de Larios, de Meza, pero de nadie más que de Mohamed.

El argentino que ayer era todo show, calidad, irreverencia y futbol ofensivo en la cancha, hoy es un D.T. serio y calculador, de mayor enfoque en resultados que en espectáculo, y con una carrera relativamente exitosa pero de fuertes altibajos: pasó del fracaso con Monarcas, Veracruz y algún otro, al éxito con Independiente y Xolos, hasta encontrarse hoy, tras un fugaz paso por su amado Huracán, con el reto más importante de su carrera, las Águilas del América.

Su desempeño con el América, entre el torneo anterior y el actual, resulta tan extremista y bipolar como su cambio de personalidad entre las profesiones de futbolista y entrenador.

Cuando llegó al club de Coapa mantuvo el esquema y la alineación del Piojo, pero con un accionar timorato, sentado en la banca los 90 minutos, sin gritar, sin dar indicaciones, como si le valiera madres o como si quisiera que ya terminara el torneo para poder armar el equipo a su gusto. Y tal cual, así sucedió. Un torneo en el que se tenían las semifinales en la bolsa, lo tiró a la basura en Torreón con uno de los planteamientos más patéticos y frustrantes que un servidor haya visto en el Club América. ¡Y en una liguilla!

En cambio, para su segundo torneo, ya con “el equipo que él armó” (entre comillas, porque finalmente es el mismo portero, laterales y medios de los últimos años), con su nueva pareja de centrales, como a él le gustan, rudos, de tarjeta amarilla por partido y de reventar cada balón, con la figura de Oribe Peralta en el ataque, con Arroyo, con su clásico refuerzo argentino que nadie conoce (aunque Gonzalo Díaz sí parece tener buenas condiciones, a diferencia de Andrés Ríos), más otros tres o cuatro mexicanos de equipo de media tabla, hoy finalmente vemos a un Mohamed comprometido, y que si bien sigue priorizando el resultado, también parece estar enfocado en armar un cuadro espectacular.

El once que tenía en mente cuando armó este equipo era de lujo: Muñoz, Paul Aguilar, Goltz, Pablo Aguilar, Layún, Molina, Martínez, Sambueza, Arroyo, Peralta y Jiménez. Sí: línea de cuatro con dos laterales muy ofensivos, algo a lo que casi ningún técnico en México se atreve y que al Turco ya le funcionó con Castillo en Xolos. Dos medios de contención, uno fijo (Molina), y otro con salida (Martínez, en la que es sin duda su mejor posición, porque de 10 nada tiene). Un armador (todos sabemos quién, el 14). Un extremo (Arroyo). Dos centros delanteros (Peralta y Jiménez, los del repechaje mundialista). Ese 4-3-3 era el plan inicial. Más ofensivo imposible. Pero como siempre hay un pero, se fue Jiménez, y de aquí derivan todos los experimentos de los últimos partidos. Hay diez jugadores fijos, sólo falta definir el sustituto de Raúl.

La lógica y primera opción, para mantener el parado, fue Luis Gabriel Rey, jugador que generalmente se desempeña de espaldas al marco, y del que toda la vida se dirá que "es muy inteligente, rentable y cumplidor", aun cuando no pasa de cinco goles por temporada; lo cierto es que al América ya le costó perder una final, el hecho de tener como centro delantero titular a un jugador medianito como Rey, cuando el rival tenía a un jugador top como Boselli. El colombiano no es de liguillas, con América lleva un gol en ocho partidos de fase final. Poco y nada.

Y aquí entra mi mayor reconocimiento al trabajo de Mohamed: la directiva no le quiso cubrir el hueco de Jiménez, Rey no tiene la capacidad suficiente, y Zúñiga está verde; no tiene un 9 de garantías que haga dupla con Peralta, y por ello se ha visto obligado a cambiar el dibujo táctico; cualquiera pensaría que un D.T. catalogado como defensivo, optaría por meter al Topo para regresar a línea de 5, o tal vez a Guerrero para hacer una media más sólida, esto sería lo más común y lo más corriente. Sin embargo el argentino está buscando opciones alternas para no sacrificar el volumen de ataque, demostrando que entiende las exigencias implícitas del equipo al que dirige.

Ya probó el tridente Quick–Oribe–Arroyo, para jugar un 4-3-3 con dos extremos y un 9, que es, para mi gusto, la formación más bonita del futbol, esa que jugábamos todos de niños. El problema es que el Quick, aun con tantas condiciones futbolísticas, falla en lo mental y desaparece en los partidos. El último experimento fue meter a Mares de lateral izquierdo para probar a Layún como extremo derecho. No funcionó, porque Mares no tiene nivel para jugar en el América y porque Layún generalmente no rinde por esa banda.

A este engranaje sólo le falta una pieza, e insisto, el D.T. la está buscando; no sólo quiere un América campeón, sino también ofensivo y espectacular; y eso lo valoro como aficionado del club. El equipo está prácticamente calificado, y seguramente para la jornada 12 ó 13 ya estaremos viendo el cuadro que afrontará la fase final del campeonato. ¿Se vale soñar para la liguilla, con un equipo que combine el futbol espectáculo de aquel Neza de Mohamed, con la mística ganadora americanista? Se vale.


1 comentario:

  1. Análisis exhaustivo, disfruta la magia del fútbol considerando la estrategia como elemento fundamental de esta, siempre objetivo y llegando a la intimidad de la red dando el pase preciso a gol con fuerza en la redacción.

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